En la anterior entrada sobre Lloret de Mar vimos el Cementerio Modernista, Sant Pere del Bosc y otros lugares que nos parecieron muy interesantes de este pueblo de la Costa Brava. Hoy continuaremos nuestra visita de ese día donde aprendimos que Lloret, no es sólo un lugar donde salir de fiesta.
Centro histórico de Lloret de Mar
Justo después de comer vimos varias casas de Indianos, entre ellas la casa de Nicolás Font, también propietario de Sant Pere del Bosc, y que ahora es propiedad del ayuntamiento de Lloret de Mar.
La iglesia de Sant Romà fue otra parada interesante del recorrido. La cúpula de esta iglesia modernista me recordó al estilo que Gaudí nos dejó tanto grabado en la memoria de los barceloneses.
Museo del Mar de Lloret de Mar
El Museo del Mar de Lloret de Mar se encuentra dentro de dos casas de indianos de Lloret. Antiguamente, uno de los principales negocios de Lloret era el transporte marítimo de mercancías. Este se hacía hacia las Indias pasando siempre por el puerto de Cádiz. Para viajar de Lloret a Cádiz se tardaba tres meses, y el viaje no era fácil. Se hacía en embarcaciones pequeñas. En el museo del mar encontramos las maquetas de los barcos construidos en Lloret.
Estar escuchando historias de alta mar y viajes tan largos con una tormenta fuera del museo me hizo pensar en que el trabajo de estos tripulantes debía ser muy dura. Me imaginaba el mar picado, el agua entrando por la borda, los rayos cayendo en el agua y no pude evitar que se me pusiera la piel de gallina.
La Cuna de Daiquiri – El Floridita
La Cuna del Daiquiri era el eslogan de un bar de La Habana llamado Floridita. Constantí Ribalaigua, un indiano de Lloret de Mar, después de trabajar durante unos años como camarero se hizo el dueño del local. Dicen que fue él quien llevó el famoso Daiquiri a La Habana. El Daiquiri del Floridita era de los mejores, al menos lo era para el escritor Ernest Hemingway. Actualmente en ese bar se encuentra una estatua del escritor como reclamo para los turistas que visitan la zona.
Para terminar el día con buen sabor de boca fuimos a probar esta bebida de la historia que nos acababan de explicar. Otra manera de viajar con todos los sentidos, imaginando a Hemingway y a Constantí hablando como lo hacíamos nosotros ese día.
Este pequeño viaje fue una experiencia que me hizo ver que no se puede juzgar tan fácilmente los lugares sin conocerlos previamente. Muchas gracias Lloret, ¡lección aprendida!